PROCESO
DE ESCOLARIZACIÓN EN EL PERÍODO COLONIAL
El
primer proceso de escolarización data aproximadamente del año 1518 el cual tuvo
carácter parroquial, teniendo como centro de atención a los indios más
inteligentes, quienes a su vez tenían la obligación de transmitirlo a sus
congéneres. En ésta época la educación era casi nula e inexistente, no todos
tenían acceso a la educación, excepto a la parroquial y a la escasa orientación
familiar; ésta significa que dicha acción educadora, no era un verdadero
sistema estructural realizándose una labor empírica dirigida a cubrir las
condiciones precarias de la población escolar existentes.
PROCESO
DE ESCOLARIZACIÓN EN DURANTE EL SIGLO XIX
Instalar
escuelas en México, durante el siglo XIX, fue un largo y penoso proceso de
esfuerzos y retrocesos, las primeras escuelas y los primeros preceptores
tuvieron que enfrentar penurias, ignorancia e inestabilidad política, no
obstante que ayuntamientos, juntas de instrucción pública y vecinos notables e
ilustrados hacían enormes esfuerzos por lograr que la educación llegara a todos
sin distingo de clases. Por ejemplo en Colima, lugar apartado del centro y de
difícil acceso, que lo mantenía en una situación de abandono y a pesar de ello
también hizo el esfuerzo por llevar la educación, al menos rudimentaria, a la
mayoría de sus pobladores.
PROCESOS
DE ESCOLARIZACIÓN EN LOS INICIOS DEL SIGLO XX. LA INSTRUCCIÓN RUDIMENTARIA EN
MÉXICO
La
escolarización de masas fue un asunto público que ocupó la atención de
intelectuales, políticos y pedagogos en la transición del siglo XIX al XX. La
obligatoriedad de la enseñanza representó un paso importante aunque
insuficiente: más de 50 por ciento de la población en edad escolar seguía
siendo analfabeta y la oferta educativa se concentraba en las ciudades en un
país donde 70 por ciento de la población vivía en el campo. En el proceso de
construir la escolarización pública de masas se traza una curva de pensamiento
que muestra replanteamientos en las concepciones sobre el pueblo y las formas
de vincularlo con el desarrollo de la nación. La instrucción rudimentaria de
principios del siglo XX y propone que esta experiencia de escolarización
preparó para una ruptura relativa en la constelación de ideas sobre quién es el
pueblo y cómo educarlo entre finales del XIX y la escuela rural que despunta en
la posrevolución.
LA
EXPANSIÓN DE LA ESCOLARIZACIÓN DESDE MEDIADOS DEL SIGLO XX
El nivel educativo alcanzado por adultos de
distintas edades permite saber qué porcentaje de la población terminaba los
estudios décadas atrás. Además, ayuda a conocer la historia de los sistemas
educativos en América Latina y a reconstruir el ritmo de expansión de la oferta
primaria y secundaria. Los mapas que se muestran a continuación pueden ayudar a
comprender esta expansión y pueden ser leídos de dos modos. El primero de
acuerdo al nivel de escolarización alcanzado por cada país; a medida que va
avanzando el nivel el color del país se oscurece. El segundo modo apunta a la
diversidad; a través de la variedad de colores presentes se ve si el panorama
latinoamericano en ese momento histórico tiende a ser homogéneo o heterogéneo.
LA
ESCOLARIZACIÓN OBLIGATORIA EN EL SIGLO XXI
En
escuela y sociedad existen diferentes puntos de vista o contradicciones, en las
relaciones entre la educación y la sociedad. El fracaso escolar se apunta como
el hecho que mejor explica la función legitimadora de las diferencias entre los
grupos sociales. El papel de las escuelas en las sociedades de capitalismo
avanzado se señala como de complicidad silenciosa o de conformismo colectivo en
lugar de revelarse contra las diferencias que el propio sistema escolar genera.
Se señala a la Psicología como la ciencia que mejores servicios ha prestado a
las sociedades modernas, y a la domesticación escolar, lo que explicaría su
relevante papel en las mismas. La transmisión de la ideología dominante en las
escuelas parece ser un hecho común y una referencia obligada en todos los
países a través del estudio y conocimiento oficial establecido en un currículum
común. Se señala también un fuerte incremento de la escolaridad en las
funciones de guarda y custodia de los niños, lo que no supone problemas en las
primeras edades, pero es un hecho que se convierte en una perversión del
sistema con los adolescentes que no quieren asistir al centro, lo que provoca
situaciones de violencia en unos casos, y en otros de insustancial
entretenimiento. Otro problema de la escolaridad obligatoria se centra en el
tema de la inmigración; la existencia en los centros, fundamentalmente públicos
de una gran variedad de razas, culturas y religiones. Salta a vista la falsedad
del discurso educativo vigente que adopta los postulados idealistas del valor
de la diversidad, considerando a la educación el principal motor del cambio
social, mientras que paralelamente en la práctica real se impone la correlación
entre lo que tienes y lo que vales. Los libros de texto como mediadores
curriculares se seleccionan más por su potencia de marketing que de contenidos,
contribuyendo de manera decisiva a la uniformidad en los métodos didácticos y
en los contenidos que se enseñan. La relativa participación de las familias,
los alumnos y el profesorado en la enseñanza de los valores escolares muestra
poca efectividad y culpa al profesorado de seguir las políticas neoliberales,
que le parecen las culpables de la mayoría de los males que padecen las
escuelas. Se ponen en duda los modelos actuales de escolarización partiendo de
una crítica al actual modelo de escuela graduada por regresiva, ya que el
conocimiento hoy no se encuentra en absoluto en el sistema educativo. Pretende
que todos tengan una visión reflexiva y sumamente crítica de la educación.
En
México la educación laica, entendida como el desarrollo de una actividad
docente que prescinde de la instrucción religiosa, se fraguó en los comienzos
del siglo XIX mediante la acción de la corriente liberal. Valentín Gómez
Farías, José María Luis Mora, Ignacio Ramírez, Melchor Ocampo y Benito Juárez
primero y Justo Sierra, Gabino Barreda y Manuel Baranda después, sentaron las
bases de la separación entre la escuela y la iglesia: La libertad de enseñanza
proclamada en la Constitución de l857 tuvo el sentido de romper con el
monopolio que el clero ejercía en el territorio educativo para abrir paso al
establecimiento de escuelas particulares laicas y a la inicial construcción de
un sistema educativo público.
El
debate sobre la educación laica en el Congreso Constituyente de l9l6-l7 y en
fechas posteriores estuvo marcado por la respuestas radicales a la beligerancia
del Clero político y de las fuerzas más conservadoras que pretendieron incluso
desconocer la recién promulgada carta magna. Los brotes de educación
antirreligiosa que ello produjo pronto fueron sustituidos por posiciones
alternativas que pugnaban por una educación socialista. Pero en l946 se llegó a
la redacción de un texto constitucional (Art. 3o.) que mantuvo como eje de los
contenidos educativos el resultado del conocimiento científico y la lucha
contra la intolerancia y los fanatismos y que, además, definió a la educación
pública como democrática y gratuita.
Al
triunfo del gobierno de Vicente Fox apoyado por fuerzas de derecha, éstas han
reclamado una vuelta a los privilegios de que dispuso el clero para impartir
educación religiosa en las escuelas. Esos sectores, a nombre de una libertad de
creencias mal entendida, demandan que en particular la religión católica y el
clero que la representa ocupen un sitio destacado en los programas de estudio y
en la dirección educativa. Con esas posiciones, en vez de convalidar la
pluralidad que se ha naturalizado en las esferas política y cultural pretenden
regresar a etapas superadas en el país y en el mundo.
Las
nuevas autoridades educativas hasta ahora han declarado que respetan la
educación laica, si bien este tema no está siquiera enunciado en el Plan
Nacional de Desarrollo; por otra parte hablan de una revisión en los programas
y en los libros de texto que, si no son bien conducidas, podrían alterar de
manera negativa los contenidos de la educación pública. En este punto hay que
recordar que las reformas al artículo tercero de la constitución promovidas por
el gobierno de Carlos Salinas incluyeron una, que en su momento no fue
suficientemente debatida y que se refiere a las facultades expresas que adquirió
de modo particular el poder ejecutivo y no el estado ni el gobierno en su
conjunto para determinar los planes y programas escolares. Por ello y como
parte de la reforma del estado en el renglón educativo, es imprescindible
implantar una forma de gestión de la educación pública basada en un consejo
nacional surgido a propuesta de los grupos parlamentarios y no en un simple con
clave de autoridades como lo proponen los diputados del PAN. Este órgano
tendría la responsabilidad de procesar los cambios necesarios a los contenidos
del sistema educativo. Una de sus responsabilidades sería, también, asegurar el
impulso a una educación pública de calidad, democrática, laica y científica.
El
laicismo, en tanto principio elemental que salvaguarda la autonomía de las
actividades humanas, debe mantenerse en la escuela y en la sociedad toda. Esto
supone que en la enseñanza pública no puede ni debe incorporarse la enseñanza o
práctica de culto alguno.
En
efecto, es inadmisible volver a una escuela parroquial que invocando datos
censales sobre el credo mayoritario, pretenda imponer el predominio de la
religión católica. En primer lugar ninguna Iglesia puede proclamar su
hegemonía. Hay muchas iglesias y uno de los rasgos destacados de la
contemporaneidad es el reconocimiento de todas sin ventaja de ninguna. Por otra
parte, la manera como los creyentes asumen su idea de la religión es variada en
extremo. Así pues, la pluralidad implica el respeto a todos y no sólo a un culto.
Debe
por tanto mantenerse celosamente la libertad de cultos que implica creer en
algo o no creer en nada o, incluso, asumir una posición de escepticismo que es
la de mantener dudas sobre el fenómeno religioso.
Un
laicismo moderno debe superar cualquier posición beligerante en torno a las
creencias religiosas, pero está obligado también a mantener una convicción
firme en la defensa del conocimiento científico y del respeto a quienes no
profesan ninguna religión. Esto último debe manifestarse no sólo en la educación
sino en todas las esferas de la vida pública.
La
educación laica no debe suponer ni la carga antirreligiosa ni la neutralidad.
Si bien es clara la separación absoluta entre los contenidos escolares y
cualquier culto religioso, no debe negarse a los educandos una elemental y bien
graduada información sobre la historia de las religiones y su presencia en el
mundo contemporáneo. Ello forma parte de la historia de la cultura y de la
geografía humana actual. La mundialización de los conocimientos que exige nuestra
época implica que, en igualdad de circunstancias, se exponga ante los alumnos
el mapa religioso, antiguo y actual, y que cada una de esas opciones sea
tratada con respeto y objetividad. Significativamente, la mejor prevención
contra cualquier visión globalizadora arrasante y avasalladora es el
conocimiento de las historias y las razones nacionales y locales, incluidos los
cultos y creencias.
Debe
ser parte de nuestra educación el conocimiento de la raíz judeocristiana que
está en la base de nuestra cultura, pero también debe existir un espacio
creciente para el conocimiento de las religiones y creencias de los pueblos
prehispánicos. El budismo, el islamismo, el confucianismo y otras religiones
importantes por el número de sus adherentes y por el papel que sus pueblos han
jugado en la historia, deben formar parte de los contenidos escolares.
Pero
no sólo eso. Es necesario que, muy lejos de la estrecha y dañina concepción
escuela-parroquia, se acredite una visión ecuménica, en el sentido originario e
histórico de la palabra: universal, como base de la educación de nuestro
tiempo.
También
es pertinente reivindicar el sustrato humanista de la mayoría de las
religiones. Encontrar y resaltar los valores comunes en ellas y hoy vigentes es
abrir puertas a la comprensión y a la fraternidad.
En
suma, un laicismo moderno implica afirmaciones más que negaciones, inclusiones
más que exclusiones. Pero su base es clara: la educación debe estar fincada,
esencialmente, en los resultados del conocimiento científico y en el resguardo
de los valores democráticos y éticos que comparte la humanidad.
DE DONDE SACARON ESTA INFORMACION?
ResponderBorrar