sábado, 10 de enero de 2015

PROCESOS DE ESCOLARIZACIÓN Y EL LAICISMO EN LA EDUCACIÓN

PROCESOS DE LA ESCOLARIZACIÓN


 
PROCESO DE ESCOLARIZACIÓN EN EL PERÍODO COLONIAL
El primer proceso de escolarización data aproximadamente del año 1518 el cual tuvo carácter parroquial, teniendo como centro de atención a los indios más inteligentes, quienes a su vez tenían la obligación de transmitirlo a sus congéneres. En ésta época la educación era casi nula e inexistente, no todos tenían acceso a la educación, excepto a la parroquial y a la escasa orientación familiar; ésta significa que dicha acción educadora, no era un verdadero sistema estructural realizándose una labor empírica dirigida a cubrir las condiciones precarias de la población escolar existentes.
 
PROCESO DE ESCOLARIZACIÓN EN DURANTE EL SIGLO XIX
Instalar escuelas en México, durante el siglo XIX, fue un largo y penoso proceso de esfuerzos y retrocesos, las primeras escuelas y los primeros preceptores tuvieron que enfrentar penurias, ignorancia e inestabilidad política, no obstante que ayuntamientos, juntas de instrucción pública y vecinos notables e ilustrados hacían enormes esfuerzos por lograr que la educación llegara a todos sin distingo de clases. Por ejemplo en Colima, lugar apartado del centro y de difícil acceso, que lo mantenía en una situación de abandono y a pesar de ello también hizo el esfuerzo por llevar la educación, al menos rudimentaria, a la mayoría de sus pobladores.
 
PROCESOS DE ESCOLARIZACIÓN EN LOS INICIOS DEL SIGLO XX. LA INSTRUCCIÓN RUDIMENTARIA EN MÉXICO
La escolarización de masas fue un asunto público que ocupó la atención de intelectuales, políticos y pedagogos en la transición del siglo XIX al XX. La obligatoriedad de la enseñanza representó un paso importante aunque insuficiente: más de 50 por ciento de la población en edad escolar seguía siendo analfabeta y la oferta educativa se concentraba en las ciudades en un país donde 70 por ciento de la población vivía en el campo. En el proceso de construir la escolarización pública de masas se traza una curva de pensamiento que muestra replanteamientos en las concepciones sobre el pueblo y las formas de vincularlo con el desarrollo de la nación. La instrucción rudimentaria de principios del siglo XX y propone que esta experiencia de escolarización preparó para una ruptura relativa en la constelación de ideas sobre quién es el pueblo y cómo educarlo entre finales del XIX y la escuela rural que despunta en la posrevolución.
 
LA EXPANSIÓN DE LA ESCOLARIZACIÓN DESDE MEDIADOS DEL SIGLO XX
 El nivel educativo alcanzado por adultos de distintas edades permite saber qué porcentaje de la población terminaba los estudios décadas atrás. Además, ayuda a conocer la historia de los sistemas educativos en América Latina y a reconstruir el ritmo de expansión de la oferta primaria y secundaria. Los mapas que se muestran a continuación pueden ayudar a comprender esta expansión y pueden ser leídos de dos modos. El primero de acuerdo al nivel de escolarización alcanzado por cada país; a medida que va avanzando el nivel el color del país se oscurece. El segundo modo apunta a la diversidad; a través de la variedad de colores presentes se ve si el panorama latinoamericano en ese momento histórico tiende a ser homogéneo o heterogéneo.
 
LA ESCOLARIZACIÓN OBLIGATORIA EN EL SIGLO XXI
En escuela y sociedad existen diferentes puntos de vista o contradicciones, en las relaciones entre la educación y la sociedad. El fracaso escolar se apunta como el hecho que mejor explica la función legitimadora de las diferencias entre los grupos sociales. El papel de las escuelas en las sociedades de capitalismo avanzado se señala como de complicidad silenciosa o de conformismo colectivo en lugar de revelarse contra las diferencias que el propio sistema escolar genera. Se señala a la Psicología como la ciencia que mejores servicios ha prestado a las sociedades modernas, y a la domesticación escolar, lo que explicaría su relevante papel en las mismas. La transmisión de la ideología dominante en las escuelas parece ser un hecho común y una referencia obligada en todos los países a través del estudio y conocimiento oficial establecido en un currículum común. Se señala también un fuerte incremento de la escolaridad en las funciones de guarda y custodia de los niños, lo que no supone problemas en las primeras edades, pero es un hecho que se convierte en una perversión del sistema con los adolescentes que no quieren asistir al centro, lo que provoca situaciones de violencia en unos casos, y en otros de insustancial entretenimiento. Otro problema de la escolaridad obligatoria se centra en el tema de la inmigración; la existencia en los centros, fundamentalmente públicos de una gran variedad de razas, culturas y religiones. Salta a vista la falsedad del discurso educativo vigente que adopta los postulados idealistas del valor de la diversidad, considerando a la educación el principal motor del cambio social, mientras que paralelamente en la práctica real se impone la correlación entre lo que tienes y lo que vales. Los libros de texto como mediadores curriculares se seleccionan más por su potencia de marketing que de contenidos, contribuyendo de manera decisiva a la uniformidad en los métodos didácticos y en los contenidos que se enseñan. La relativa participación de las familias, los alumnos y el profesorado en la enseñanza de los valores escolares muestra poca efectividad y culpa al profesorado de seguir las políticas neoliberales, que le parecen las culpables de la mayoría de los males que padecen las escuelas. Se ponen en duda los modelos actuales de escolarización partiendo de una crítica al actual modelo de escuela graduada por regresiva, ya que el conocimiento hoy no se encuentra en absoluto en el sistema educativo. Pretende que todos tengan una visión reflexiva y sumamente crítica de la educación.

                                  EL LAICISMO EN LA EDUCACIÓN.

 
En México la educación laica, entendida como el desarrollo de una actividad docente que prescinde de la instrucción religiosa, se fraguó en los comienzos del siglo XIX mediante la acción de la corriente liberal. Valentín Gómez Farías, José María Luis Mora, Ignacio Ramírez, Melchor Ocampo y Benito Juárez primero y Justo Sierra, Gabino Barreda y Manuel Baranda después, sentaron las bases de la separación entre la escuela y la iglesia: La libertad de enseñanza proclamada en la Constitución de l857 tuvo el sentido de romper con el monopolio que el clero ejercía en el territorio educativo para abrir paso al establecimiento de escuelas particulares laicas y a la inicial construcción de un sistema educativo público.
El debate sobre la educación laica en el Congreso Constituyente de l9l6-l7 y en fechas posteriores estuvo marcado por la respuestas radicales a la beligerancia del Clero político y de las fuerzas más conservadoras que pretendieron incluso desconocer la recién promulgada carta magna. Los brotes de educación antirreligiosa que ello produjo pronto fueron sustituidos por posiciones alternativas que pugnaban por una educación socialista. Pero en l946 se llegó a la redacción de un texto constitucional (Art. 3o.) que mantuvo como eje de los contenidos educativos el resultado del conocimiento científico y la lucha contra la intolerancia y los fanatismos y que, además, definió a la educación pública como democrática y gratuita.
Al triunfo del gobierno de Vicente Fox apoyado por fuerzas de derecha, éstas han reclamado una vuelta a los privilegios de que dispuso el clero para impartir educación religiosa en las escuelas. Esos sectores, a nombre de una libertad de creencias mal entendida, demandan que en particular la religión católica y el clero que la representa ocupen un sitio destacado en los programas de estudio y en la dirección educativa. Con esas posiciones, en vez de convalidar la pluralidad que se ha naturalizado en las esferas política y cultural pretenden regresar a etapas superadas en el país y en el mundo.
Las nuevas autoridades educativas hasta ahora han declarado que respetan la educación laica, si bien este tema no está siquiera enunciado en el Plan Nacional de Desarrollo; por otra parte hablan de una revisión en los programas y en los libros de texto que, si no son bien conducidas, podrían alterar de manera negativa los contenidos de la educación pública. En este punto hay que recordar que las reformas al artículo tercero de la constitución promovidas por el gobierno de Carlos Salinas incluyeron una, que en su momento no fue suficientemente debatida y que se refiere a las facultades expresas que adquirió de modo particular el poder ejecutivo y no el estado ni el gobierno en su conjunto para determinar los planes y programas escolares. Por ello y como parte de la reforma del estado en el renglón educativo, es imprescindible implantar una forma de gestión de la educación pública basada en un consejo nacional surgido a propuesta de los grupos parlamentarios y no en un simple con clave de autoridades como lo proponen los diputados del PAN. Este órgano tendría la responsabilidad de procesar los cambios necesarios a los contenidos del sistema educativo. Una de sus responsabilidades sería, también, asegurar el impulso a una educación pública de calidad, democrática, laica y científica.
El laicismo, en tanto principio elemental que salvaguarda la autonomía de las actividades humanas, debe mantenerse en la escuela y en la sociedad toda. Esto supone que en la enseñanza pública no puede ni debe incorporarse la enseñanza o práctica de culto alguno.
En efecto, es inadmisible volver a una escuela parroquial que invocando datos censales sobre el credo mayoritario, pretenda imponer el predominio de la religión católica. En primer lugar ninguna Iglesia puede proclamar su hegemonía. Hay muchas iglesias y uno de los rasgos destacados de la contemporaneidad es el reconocimiento de todas sin ventaja de ninguna. Por otra parte, la manera como los creyentes asumen su idea de la religión es variada en extremo. Así pues, la pluralidad implica el respeto a todos y no sólo a un culto.
Debe por tanto mantenerse celosamente la libertad de cultos que implica creer en algo o no creer en nada o, incluso, asumir una posición de escepticismo que es la de mantener dudas sobre el fenómeno religioso.
 
Un laicismo moderno debe superar cualquier posición beligerante en torno a las creencias religiosas, pero está obligado también a mantener una convicción firme en la defensa del conocimiento científico y del respeto a quienes no profesan ninguna religión. Esto último debe manifestarse no sólo en la educación sino en todas las esferas de la vida pública.
La educación laica no debe suponer ni la carga antirreligiosa ni la neutralidad. Si bien es clara la separación absoluta entre los contenidos escolares y cualquier culto religioso, no debe negarse a los educandos una elemental y bien graduada información sobre la historia de las religiones y su presencia en el mundo contemporáneo. Ello forma parte de la historia de la cultura y de la geografía humana actual. La mundialización de los conocimientos que exige nuestra época implica que, en igualdad de circunstancias, se exponga ante los alumnos el mapa religioso, antiguo y actual, y que cada una de esas opciones sea tratada con respeto y objetividad. Significativamente, la mejor prevención contra cualquier visión globalizadora arrasante y avasalladora es el conocimiento de las historias y las razones nacionales y locales, incluidos los cultos y creencias.
 
Debe ser parte de nuestra educación el conocimiento de la raíz judeocristiana que está en la base de nuestra cultura, pero también debe existir un espacio creciente para el conocimiento de las religiones y creencias de los pueblos prehispánicos. El budismo, el islamismo, el confucianismo y otras religiones importantes por el número de sus adherentes y por el papel que sus pueblos han jugado en la historia, deben formar parte de los contenidos escolares.
Pero no sólo eso. Es necesario que, muy lejos de la estrecha y dañina concepción escuela-parroquia, se acredite una visión ecuménica, en el sentido originario e histórico de la palabra: universal, como base de la educación de nuestro tiempo.
También es pertinente reivindicar el sustrato humanista de la mayoría de las religiones. Encontrar y resaltar los valores comunes en ellas y hoy vigentes es abrir puertas a la comprensión y a la fraternidad.
En suma, un laicismo moderno implica afirmaciones más que negaciones, inclusiones más que exclusiones. Pero su base es clara: la educación debe estar fincada, esencialmente, en los resultados del conocimiento científico y en el resguardo de los valores democráticos y éticos que comparte la humanidad.
 


1 comentario: